Esta es una pregunta simple, pero la respuesta requiere un análisis exhaustivo de diferentes datos financieros y económicos cuantitativos y cualitativos que vamos conociendo.
Tras cerca de un año y medio de recesión, casi el doble de duración que una recesión normal, es claro como todos buscamos indicios de su final. La intensidad de las caídas registradas no tiene comparación con otras recesiones en el pasado, y con un impacto brutal en el mercado de trabajo.
En teoría, la salida de una recesión tiene su origen en el sector exterior: la caída de la moneda en un contexto de salida neta de capitales aumenta la competitividad vía precio y lleva a una fuerte aportación positiva del sector exterior que actúa como detonante de la recuperación..En la práctica, la realidad actual, nos enfrentamos a una crisis económica global donde no está claro quién será el motor futuro de la demanda mundial. Tampoco si contaremos con un comercio mundial suficientemente abierto y profundo como para fomentar un crecimiento económico elevado.
En esta ocasión no parece que vaya a ser el sector exterior que actúe como motor de la recuperación. Y el ajuste de los desequilibrios, en términos de mayor descenso de las importaciones frente a las exportaciones, no debe confundirse con una mejora genuina de la balanza exterior. El consumo privado tampoco parece que pueda ser el motor de empuje para salir de la crisis, las familias necesitan ajustar su patrimonio tras los últimos años de fuerte endeudamiento. Nos queda la inversión, pero ésta, para que sea sostenible, necesita unas condiciones financieras favorables y de un horizonte temporal atractivo, en términos de claridad y rentabilidad.
En estos momentos estas condiciones no se cumplen.