¿Recorte de aranceles para coches en EEUU?

El Gobierno de China está analizando la propuesta de reducir los aranceles del actual 40% al 15% sobre los automóviles estadounidenses que se venden en el país, según avanza Bloomberg. El movimiento ya fue anunciado por Donald Trump la pasada semana cuando concluyó la cumbre del G20.

La detención de la directora financiera Huawei y la falta de detalles habían sepultado las expectativas de avances en las relaciones comerciales entre China y EEUU. Tras terminar la cumbre del G20, de hace de dos fines de semana en Argentina, Trump anunció vía Twitter que China estaba de acuerdo en rebajar las tasas arancelarias a los coches procedentes de EEUU.

Pasó más de una semana y no hubo ninguna aclaración, ni por parte de EEUU ni de China, sobre este extremo hasta hoy. Según informa la agencia de noticias, Pekín estaría estudiando recortar los aranceles desde el 40% actual al 15%.

Las acciones de las compañías estadounidenses como General Motors  y Ford suben más de un 2%, en el mercado fuera de hora. También extienden sus ganancias las compañías europeas. Fiat Chrysler se anota un alza del 3%. Volkswagen se apunta avances de casi el 4%, BMW  y Daimler  del 2%, al igual que Peugeot.

La decisión no está tomada por parte de Pekín, pero las autoridades comerciales de China y EEUU han estado hablando esta mañana superándose el bloqueo que había provocado el arresto de Meng Wanzhou.

El presidente de EEUU ha confirmado este extremo con un tuit, en el que ha afirmado que «las conversaciones con China están siendo muy productivas. Atención a anuncios importantes».

Editado por Sofía Julià a partir de El Mundo

¿Tregua en la guerra comercial China-EEUU?

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ordenó a su equipo económico que le preparase un borrador de acuerdo comercial con China después de mantener el jueves una conversación telefónica con el presidente chino, Xi Jinping.

De salir adelante, Trump tendría previsto anunciar una tregua en la guerra comercial que mantiene con el país asiático, con el sector del aluminio y el acero como grandes damnificados, en la Cumbre en Argentina del G-20 que se celebrará del 30 de noviembre al 1 de diciembre, según filtraciones del equipo de la Casa Blanca, a los que el presidente habría encargado el proyecto.

De esta forma, el republicano les habría requerido que empezasen a trazar las líneas maestras de un plan que frene la escalada de la guerra comercial con China, que empezó el propio presidente de Estados Unidos. De momento, se desconoce la reacción de Pekín. Sus equipos de negociadores se han quejado en diferentes ocasiones de la falta de confianza en sus homólogos estadounidenses ante los repetidos cambios de opinión del presidente.

En cualquier caso, Estados Unidos ya ha advertido de que en caso de que no se alcance ningún acuerdo, Trump pedirá cuentas a China sobre los casos de robo de propiedad intelectual, ataques en internet y aranceles más mercancías.

A esta incertidumbre, se añade otra no menos importante. El jueves Estados Unidos presentó cargos contra una compañía estatal de China por conspirar para robar secretos comerciales en Micron Technology Inc., dentro del marco de una operación del departamento de Justicia contra casos de espionaje industrial en este país.

De momento, el presidente de Estados Unidos, , sólo se ha pronunciado sobre este asunto con un mensaje en Twitter: «Acabo de tener una conversación larga y muy buena con el presidente Xi Jinping de China. Hemos tratado muchos asuntos, con gran énfasis en el comercial. Estas conversaciones seguirán adelante con reuniones en el G-20 en Argentina», añadió Trump en la red social donde tiene más de 55,6 millones de seguidores. Este comentario no hizo más que apuntalar la filtración anteriormente citada.

Para el analista David Wyss, «está claro que China no quiere una guerra comercial, y en el fondo Trump tampoco quiere nada de esto. Parte de sus quejas son reales. Es cierto que Trump tiene razón cuando critica el déficit comercial con China y les acusa de manipular la moneda, pero creo que está más pendiente estos días de las elecciones del martes», afirma en declaraciones para este periódico.

«Cualquier cosa que haga Trump tiene que presentarla como una gran victoria. De momento, todo va bien a corto plazo», concluye Wyss, en referencia a una posible tregua en esta guerra comercial en la que hasta ahora Washington ha impuesto aranceles adicionales a productos chinos valorados en más de 250.000 millones de dólares. Además, amenaza con seguir hasta castigar todas las importaciones restantes, que el año pasado ascendieron a 505.000 millones.

Editado por Sofía Julià a partir de El Mundo

Europa, ¿con EEUU o China?

La guerra comercial que libran Estados Unidos y China puede saldarse con más vencidos que vencedores. Por descontado, estar en el medio de la contienda no augura un prometedor futuro. De un lado, está la obsesión de la administración americana por poner freno a la expansión de China, afianzar la intención de voto conservadora y sobre todo no perder, en un plazo de cinco a diez años, liderazgo e influencia en el terreno de la tecnología, innovación, inteligencia artificial, logística, armamento y transporte. De otro, está la necesidad de Beijing de conquistar mercados extranjeros para poder continuar con su modelo de sociedad, supeditado por completo al crecimiento y al cumplimiento del contrato social que intercambia poder para el Partido Comunista y sus elites a cambio de desarrollo para su población.

Por ello, hay que preguntarse, ¿debe Europa mirar hacia EE. UU. o China? 
La UE debe saber leer la situación y comprender que un posicionamiento radical e incondicional a China o bien a EE.UU no es sostenible a largo plazo, ni para nosotros, ni ellos, ni el planeta. 
Por otra parte, la neutralidad e inacción puede terminar llevando a Europa a la irrelevancia. Por tanto, ¿qué debemos hacer? La solución pasa únicamente no por decantarse por uno de los polos sino por unificarlos. Para ello y dada la situación actual es importante tender puentes de entendimiento y progreso entre ambas superpotencias.
España, tradicional aliado militar y económico de Washington, y el «gran amigo» de Beijing entre los países grandes dentro de Europa puede jugar un papel fundamental en ello, y sin duda beneficiarse al igual que el mundo del fin de la escalada de tensión entre ambos titanes.

La visita de Estado del presidente Xi a España a finales de noviembre supone una oportunidad para empezar a construir las bases del nuevo posicionamiento de Europa, y en concreto de España, como un sólido puente de entendimiento entre Washington y Beijing.
Para funcionar de puente España podría albergar una serie de encuentros a máximo nivel político y empresarial donde se buscasen de manera concreta alianzas entre empresas líderes en materia de automoción, infraestructura, energía, telecomunicaciones, y finanzas y otros proyectos de gran nivel, primero entre la UE y China, y a posteriori entre EE.UU. y la UE.

En Europa, el libre comercio de bienes y servicios ha supuesto un verdadero avance para todos; la creación de lazos cada vez más estrechos, profundos y complejos entre países de la UE ha logrado dejar atrás viejos fantasmas de confrontación. Las relaciones no son perfectas, pero el entramado institucional que ha asegurado paz y estabilidad por más de medio siglo se ha labrado sobre infinidad de negociaciones y concesiones. Por ello, el viraje de UE hacia uno de los polos, China o EE. UU., puede ser un devastador golpe de efecto para el otro, y a la vez sentencia de muerte para las economías de la eurozona en el medio plazo.
Entender que ambos actores pueden y deben continuar jugando un papel protagonista y que el moderador puede ser Europa es la clave.
Aun no siendo tarea sencilla, las fórmulas comerciales y de gobierno china y estadounidense pueden encontrar en la UE un punto de entendimiento y confianza. .

Editado por Sofía Julià  a partir de El Mundo

¿Debe la UE tasar las tecnologías estadounidenses?

De poco les han servido a las grandes tecnológicas estadounidenses destinar cada año ingentes presupuestos (que superan en algunos casos los cuatro millones de euros) para hacer lobby en Bruselas. Porque mañana los ministros de Finanzas de la UE se reunirán por primera vez para abordar la espinosa cuestión de la tasa sobre los servicios numéricos. Las compañías objeto potencial de esta medida son Google, Amazon, Facebook  y Apple (a las que habría que añadir otros gigantes como YouTube Airbnb).

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Para el ministro de Finanzas de Francia, Bruno Le Maire, se trata de una “prioridad absoluta”. El pasado mes de marzo la Comisión propuso aplicar una tasa del 3% sobre la facturación obtenida por los servicios digitales de las compañías cuyo volumen de negocio supera los 750 millones de euros anuales a escala global (o 50 millones en la Unión Europea). Siguiendo estos criterios, hay cerca de 200 grupos que se verían obligados a pagar. Fuentes comunitarias han calculado que la recaudación podría alcanzar los 5.000 millones de euros.

Entre los países más reacios a la tasa sobre los gigantes digitales hay Irlanda y Luxemburgo, que son sede de muchas de estas multinacionales gracias a su generosa política fiscal y no quieren echar a perder su modelo de desarrollo. Tampoco Finlandia y Suecia, muy sensibles a la innovación tecnológica, parecen estar por la labor de tocar un sector económico tan puntero.

El pago de impuestos sobre beneficios

El pago de impuestos sobre beneficios (LV)

Por su parte, Alemania está a favor de una mediación. Olaf Scholz, el ministro de Finanzas germano, cree que el modelo propuesto no sería eficaz y prefiere la aplicación de un impuesto mínimo a escala mundial, “al que ningún país podría sustraerse”.
Los más beligerantes son Francia y España, que están dispuestos a introducir el gravamen incluso por la vía unilateral si fuera necesario. El Reino Unido, que ya tiene un pie fuera de la UE, acaba de anunciar una tasa del 2% sobre la facturación obtenida en suelo británico a partir del 2020.

Las tecnológicas están inquietas. La semana pasada, en una carta dirigida a las instituciones europeas, unas 16 compañías, entre las cuales Spotify, Booking y eDreams, instaron a los miembros a no adoptar esta medida, porque creen que “causaría un prejuicio material al crecimiento económico, a la innovación, a las inversiones y al empleo en el conjunto de Europa”. En resumen, afirman que necesitan sus ganancias para seguir siendo competitivas en el mercado global. De otra manera, sostienen, se corre el riesgo de que este sobrecoste acabe repercutiéndose en el usuario final.

La llamada tasa Google está concebida como un parche, porque la intención es que despliegue sus efectos durante un tiempo provisional, a la espera de que se logre un consenso más amplio en el seno de la OCDE, tal como se hizo en la adopción de un régimen harmonizado para luchar contra los paraísos fiscales con el objetivo de evitar la erosión de la base imponible.

Pero la razón de ser del impuesto es acabar con una de las mayores distorsiones tributarias de Europa, ya que se calcula que estas empresas pagan entre 8 y 14 puntos menos en carga fiscal si se compara con otras multinacionales. De aquí la idea de tasar las ventas y no las ganancias, porque éstas se ocultan gracias a ingeniería y elusión fiscal. El lobby de las tecnológicas teme que la tasa del 3% sea solo el primer paso de un impuesto más amplio.

Editado por Sofía Julià a partir de La vanguardia

Se cuestiona la legalidad de las medidas arancelarias que está tomando Donald Trump

Las tarifas de acero y aluminio del presidente Trump plantean dos grandes interrogantes. ¿Son legales? ¿Y será importante si no lo son?

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La primera pregunta es algo así como una sacudida. La administración de Trump ya pudo haber respondido la segunda.

Los economistas no están seguros de si las tarifas son legales. Por un lado, nadie sabe todavía cómo se aplicarán.

A Canadá y México ya se les concedieron exenciones, aunque Trump ha insinuado que los cancelará si las conversaciones de renegociación del TLCAN no avanzan pronto. Trump también dejó abierta la posibilidad de que otros países sean excusados.

«Hay mucha incertidumbre», dice Paul Ashworth, economista jefe de la firma de investigación Capital Economics.

Los países pueden desafiar los aranceles de otras naciones a través de un panel de jueces en la Organización Mundial del Comercio en Suiza.

En 2003, la OMC dictaminó que los elevados aranceles al acero impuestos por el presidente George W. Bush eran ilegales. Bush había argumentado que las importaciones perjudicaban a los fabricantes estadounidenses. La OMC dictaminó que la administración Bush no había presentado pruebas suficientes para probarlo.

Un portavoz de la OMC dijo que la organización nunca se ha pronunciado sobre un caso relacionado con la seguridad nacional. Los países han presentado quejas sobre las tarifas de seguridad nacional, pero o bien se eliminaron las tarifas o nunca se llevaron a cabo los casos. Y ninguna de esas disputas se refería a aranceles tan importantes como los de Trump.

El portavoz también dijo que la OMC ha presentado algunas preocupaciones informales de los países sobre las tarifas de Trump, pero no hay una queja formal. Las tarifas entran en vigencia en dos semanas.

Los casos judiciales de la OMC normalmente demoran unos 18 meses en resolverse. Incluso si el panel de la OMC dictamina después de ese momento que los aranceles de Trump son ilegales, los funcionarios de la administración Trump indicaron el año pasado que tal vez no les interese demasiado.

En la Agenda de Política Comercial de 2017 de la administración, la oficina del Representante de Comercio de EEUU, dijo que un fallo de la OMC contra los Estados Unidos no «conduciría automáticamente a un cambio en la ley o la práctica de los EEUU»

Técnicamente, Trump no tendría que eliminar los aranceles si la OMC los declarara ilegales. Pero tal decisión significaría que Estados Unidos no tendría protección en la OMC si otros países impusieran sus propios aranceles en represalia.

Una cláusula de las normas de la OMC permite a los países aplicar aranceles si la seguridad nacional está en juego. Trump dice que sus tarifas de acero y aluminio cumplen ese estándar porque Estados Unidos ha perdido muchos empleos en la industria manufacturera: 4,6 millones solo desde el año 2000.

Muchos economistas y empresarios cuestionan el argumento de la administración Trump de que el acero y el aluminio fabricados en el extranjero (algunos de los cuales se destinan a automóviles, electrodomésticos y latas de cerveza fabricados en Estados Unidos) son un riesgo para la seguridad nacional.

«Esto sin duda empujaría los límites sobre eso», dice Robert Scott, un experto en comercio en el Economic Policy Institute. Pero Scott señala: «La OMC realmente no puede obligarlo a cambiar su política comercial».

Elaborado por Georgina Coll a partir de cnn.com