Origen de la crisis

 El presupuesto debe equilibrarse, el Tesoro debe ser reaprovisionado, la deuda pública debe ser disminuida, la arrogancia de los funcionarios públicos debe ser moderada y controlada, y la ayuda a otros países debe eliminarse para que Roma no vaya a la bancarrota. La gente debe aprender nuevamente a trabajar, en lugar de vivir a costa del Estado

 ~ Cicerón – Político, filósofo, escritor y orador romano, Año 55 antes de Cristo


Los gobiernos de Estados Unidos, Europa y países periféricos, como México, han gastado billones de dólares para tratar de enfrentar la crisis económica, pero hasta este momento no han tenido éxito. Quizá la razón es que no han entendido el origen del desastre.

«De manera generalizada -advierte en un artículo en Foreign Affairs Roger Altman, subsecretario del Tesoro de Estados Unidos de 1993 a 1994- se ha atribuido la crisis al colapso de los precios de la vivienda y del mercado de hipotecas subprime de Estados Unidos. Pero esto no es cierto. Ese colapso fue consecuencia de otro problema. La causa subyacente de la crisis fue la combinación (invariablemente letal) de tasas de interés excesivamente bajas y niveles sin precedentes de liquidez».

Las tasas de interés de Estados Unidos fueron llevadas a niveles muy cercanos al 1 por ciento -lo que en realidad las hacía negativas tras descontar la inflación- después de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001. Por otra parte, el déficit de presupuesto del gobierno de George W. Bush alcanzó niveles sin precedente e inyectó enormes cantidades de dinero a la economía.

Esta simple explicación ha sido soslayada por los grupos de poder por razones muy diversas. La Reserva Federal, o banco central, de los Estados Unidos no ha querido aceptar que cometió errores en el manejo de la política monetaria. El gobierno de Bush tampoco ha querido reconocer su parte de responsabilidad, especialmente cuando ésta es señalada por alguien, como Altman, que fue funcionario del gobierno de Bill Clinton.

Siempre es más fácil culpar de la crisis a la «falta de regulación». Esto les da a los funcionarios públicos no sólo una forma de evadir su responsabilidad sino la oportunidad de recurrir a su solución favorita para cualquier problema: crear nuevas leyes, reglamentos y controles. El problema es que la explicación de la falta de regulación no refleja realmente lo ocurrido y por lo tanto no permite eliminar los errores cometidos.

La laxa política monetaria y fiscal de Estados Unidos, que es la verdadera causa de la crisis, no habría tenido consecuencias tan devastadoras de no haberse combinado con otro factor importante: los enormes superávit de cuenta corriente de China y otros países, principalmente petroleros, que se acumularon en dólares en reservas internacionales. En septiembre de 2008 sólo China tenía 1.9 billones de dólares en reservas contra 165,600 millones al cierre del año 2000 (www.chinability.com/reserves.htm). De no haber acumulado China y los países petroleros esta enorme cantidad de dólares, la mayor parte en Bonos del Tesoro, Estados Unidos no habría podido mantener tan bajas sus tasas de interés. En otras palabras, los estadounidenses gozaron de su orgía de consumo a crédito gracias a que los chinos, que ahorran un notable 40 por ciento de su ingreso, aportaron a la economía global el dinero que financió el dispendio de los estadounidenses.

Los gobiernos estadounidenses están tratando hoy de combatir su crisis económica con una medicina que no es más que el aumento de la dosis del comportamiento que provocó la enfermedad. Si la baja en las tasas de interés a 1 por ciento fue uno de los factores que provocó el actual colapso, hoy se pretende combatir el mal bajando los intereses a 0.25 por ciento o incluso a cero. La idea es, al parecer, volver inviable cualquier tipo de ahorro y promover una vez más el consumo a crédito.

Por otra parte, si un déficit de presupuesto de 400 mil millones de dólares, equivalente al 3 por ciento del Producto Interno Bruto, generó desequilibrios, hoy este déficit se ha elevado en Estados Unidos a cuando menos 1.2 billones de dólares, alrededor del 8 por ciento del PIB. Y el nuevo Presidente, Barack Obama, está pidiendo otros 825 mil millones al Congreso para «reactivar» la economía.

Joseph Stiglitz, el ex economista en jefe del Banco de Mundial, conocido por sus críticas a la globalización y al libre mercado, escribía hace unos días un artículo en el que se congratulaba: «Ahora somos todos keynesianos». Y quizá tenga algo de razón. Los presidentes supuestamente conservadores, como Ronald Reagan y los dos Bush, han recurrido de manera masiva al déficit de presupuesto que el economista británico John Maynard Keynes promovía para evitar las recesiones. Pero no deja de ser paradójico que el país más keynesiano del mundo, el que más ha seguido las recetas de Stiglitz y ha incurrido en un elevadísimo déficit de gasto, Estados Unidos, está sumido en una recesión brutal. En contraste China, que mantiene un superávit fiscal, creció el año pasado 9 por ciento.
Sergio Sarmiento
27 Ene. 09