EL IMPACTO DE LA CRISIS SOBRE LOS SECTORES SOCIALES MÁS DESFAVORECIDOS

Muchos inmigrantes con o sin papeles, compiten por puestos fugaces como peones y descargadores de camiones

Su lugar de trabajo son las entradas de los mercados y las grandes tiendas de construcción. Allí pasan su jornada laboral, esperando descargar un camión o la llegada de alguna furgoneta que se los lleve a una obra para trabajar unas horas o, con mucha suerte, unas semanas. Ofrecen precios baratos a sus clientes. Dentro, materiales a precios competitivos. Fuera, decenas de inmigrantes dispuestos a trabajar casi a cualquier precio.

La llegada de una furgoneta marca una estampida de trabajadores y una atropellada negociación. «Voy yo». «¿Cuántos necesitas?». «Mi amigo y yo». «Él es electricista, llévatelo a él». «Sesenta euros, bueno 40», acepta la rebaja a toda velocidad uno de ellos. Un empresario chino pide dos hombres para descargar un camión repleto de mercancía en el polígono de Gran Land. Diez euros para cada uno. En un despiste, cinco de ellos ya están metidos en su furgoneta y, como puede, logra deshacerse de los tres que no necesita. Al final, tres de los 30 han salvado el día. Y 27 permanecen a la sombra, como siempre, a la espera de una nueva furgoneta.

El fenómeno se repite al menos en otros tres lugares más del área metropolitana de la capital. «Cada semana llega al menos uno nuevo. Les decimos cómo funcionamos aquí. El primero que habla tiene la prioridad y el resto se tiene que callar. Si hay alguien que no ha trabajado en varias semanas, dejamos que hable primero él. Hay que evitar peleas porque no queremos quejas ni que venga la policía».

Muchos no tienen permiso de residencia pero cada vez son más quienes tienen papeles e incluso han acumulado varios años de experiencia.

En Mercabarna también funciona la subasta inversa. Muchas veces se coloca quien pide menos dinero por su trabajo. «Algunos se van hasta por 30 euros el día. Es una vergüenza, en el fondo me dan lástima. Se tienen que ganar la vida como sea porque no saben ni delinquir».

La carga y descarga de camiones también absorbe una buena cantidad de desempleados. En Mercabarna, esta función está prácticamente acaparada por marroquís y cada día decenas de jóvenes deambulan por los pasillos pidiendo trabajo. Unos 200 hombres suelen encontrar allí al menos un par de hora de trabajo al día.

Esta especia de Inem de los marginados está presente des de los años 80. En Barcelona, Urquinaona fue el primer zoco de mano de obra informal.

Cuando Nelson, un ecuatoriano de 45 años, perdió su trabajo como peón en la construcción, un compañero le dio una recomendación. «Vete a la oficina de empleo Manaus, en la calle de Campo Florido. No te olvides de llevar tu currículo. Ahí dan bastante trabajo», le dijo. Pero cuando Nelson llegó al lugar hace dos semanas se encontró con decenas de paisanos en la calle abalanzándose sobre las furgonetas que necesitan mano de obra barata. Manaus era una tienda de construcción y sus aceras, la oficina de empleo que él buscaba.

Un centenar de trabajadores, que entonces aseguraban sentir vergüenza por buscar trabajo en ese lugar, recibían 1.300 pesetas (nueve euros) por descargar un camión, un euro menos de lo que pagan a sus sucesores inmigrantes 27 años después. También pensaban crear una cooperativa y evitar que la llegada de más mano de obra barata desplomara sus tarifas.

De esta manera es como impacta la crisis en los sectores más desfavorecidos.

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